Merece la pena la visita al antiguo eremitorio de San Pedro de Rocas (Esgos). El paisaje de aislamiento y soledad en el que se sitúa es digno de los ermitaños y anacoretas que se recogían en los parajes de la Ribera Sacra.
La iglesia del monasterio, de la que tan sólo quedan los muros, fue construida aprovechándose de la pared de roca abierta en el monte para las tres capillas trogloditas originales.
Los arcos de entrada a estas capillas, puramente ornamentales, están sobre columnas adosadas a la pared rocosa así como los capiteles, labrados en la misma roca.
Una central de mayores dimensiones y dos laterales. La central tiene una abertura circular, como falsa cúpula con linterna, que llega hasta la cumbre de la montaña, recibiendo por ella la luz del día. Las laterales están cubiertas con bóvedas de medio cañón, que es la forma dada a la roca en la parte superior de las tres capillas.
El suelo actual esta excavado quedando a la luz una serie de sepulturas antropomorfas alineadas, lugar en su momento destinado a cementerio de los monjes.
